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En toda una locura sin precedentes se han convertido un grupo de jueces de paz. Un representante político más, parcializado por un candidato, apareciendo en cuanto acto político se realiza, cuan actor principal, peleándose incluso, por ser el orador más prominente de la velada.
No estoy en contra del proselitismo político, vivimos en un país de plenas libertades, tantas que a veces sobrepasan los límites. Sin embargo, debemos saber asumir cada rol como corresponde y darle su lugar en el momento justo según que corresponda. Un juez de paz no representa una facción política.
Si los jueces de paz fueron elegidos con un propósito, estos deben ser garantes de que ese propósito se cumpla, no ser los primeros en romper los parámetros y principios que los rige.
¿Qué es un Juez de Paz?
La figura del Juez de Paz, está consagrada en el artículo 258 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y normada por la Ley Orgánica de Justicia de Paz Comunal, una norma sencilla, diáfana, específica y precisa, es decir, no hay nada que inventar, su razón de ser no es partidista, sino eminentemente comunal: ayudar a resolver conflictos entre vecinos por vías no adversariales, desde el respeto y la equidad.
El juez de paz no es un operador político ni un activista; es, por diseño legal, un servidor de la conciliación, bajo la metodología de la resolución de conflictos.
¿Por qué el motivo de preocupación ?
En primer lugar, porque rompe el principio de imparcialidad, que es el pilar sobre el cual se construye la legitimidad del Juez de Paz.
En segundo lugar, porque se instrumentaliza una investidura con fines electorales, lo que desvirtúa su mandato y erosiona la confianza ciudadana.
En tercer lugar, porque desnaturaliza la justicia de paz comunal, convirtiéndola en otro campo para el conflicto político, cuando precisamente nació para apaciguarlo.
En cuarto lugar, Porque extiende su actuación fuera del circuito comunal, lo cual contradice expresamente el alcance territorial y la jurisdicción determinada por la ley.
Esta situación podría traer consecuencias serias en lo que representa la figura del juez o la juez de paz, generando desconfianza, incluso entre quienes no comparten la orientación política del candidato favorecido, provocando una desmovilización de la democracia, puesto que los ciudadanos podrían sentirse engañados al ver que el rol por el cual votaron ha sido manipulado y desvirtuado, desprestigiando así, la institucionalidad, ya que, al percibir que esta norma tan clara es ignorada por quienes deberían dar el ejemplo, pasa a ser una ley más de las tantas violadas, sin que nadie levanté la voz en su favor.
Quítate el chaleco y apoya a tu candidato
Considero una falta de respeto a los electores, que la figura sea utilizada para hacer política. La justicia de paz es política de Estado, no es un “estado” para hacer política.
Debemos entender que la justicia de paz no es proselitismo, es un espacio para construir puentes entre diferencias.
Defender su autonomía requiere convicción ética y compromiso ciudadano. Es imprescindible que quienes asumen ese rol tengan la claridad y el coraje de “quitarse el chaleco” cuando corresponde y ejercer su activismo como cualquier otro ciudadano, sin comprometer la institucionalidad que representan.

Reneé Herrera Ruíz. – Abogado | Prof. Universitario | Juez de Paz.
Levantar esta alerta no solo es válido, sino urgente si se quiere preservar la esencia de lo que representa la justicia de paz en las comunidades: imparcialidad, mediación y respeto por la pluralidad.
Es una invitación al respeto institucional y respeto al noble elector.