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Caminas entre destellos y penumbras, entre voces que acarician el alma con sus murmullos y sin advertirlo, te vuelves eco de lo que te abraza.
Si andas junto a quienes contemplan el mundo desde las alturas, aprendes a surcar los cielos con sus alas y aunque no lo percibas, tu horizonte se desborda en infinitos.
Pero si te envuelven los lamentos y la desesperanza, si el fracaso se convierte en el aire que respiras, poco a poco, sin quererlo, te sumerges en el mismo lodo.
No se trata de riquezas ni de títulos vanos, sino de sueños que se entrelazan, de miradas que encienden chispas en el alma y de pasos que se unen en una danza hacia el mañana.
Elige con cuidado tus senderos, porque en cada círculo que habitas, te transformas en un reflejo, en el quinto eslabón de una cadena invisible que te teje.
¿Qué anhelas reflejar? ¿Hacia qué luz deseas crecer? Recuerda: no solo caminas junto a otros, también te edificas en su compañía, como un árbol que crece en el bosque, entrelazando raíces y sueños.
NM
