Romanos 5.1-6 “5 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 3 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. 6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.”
En el pasaje de hoy, Pablo usa un lenguaje hermoso para describir la posición del creyente en Cristo: “También por medio de él [Jesucristo], y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes” (Ro 5.2, énfasis añadido). Esta gracia no es un charco que apenas nos moja los dedos de los pies. Es un océano poderoso que se extiende para siempre. Y es más grandioso de lo que podríamos imaginar.
La gracia de Dios es un concepto esencial que los creyentes debemos entender. Él ofrece con generosidad su favor a la humanidad porque el sacrificio del Señor Jesucristo en la cruz concedió perdón y salvación a todo aquel que crea. Sin embargo, muchas personas piensan que están disfrutando de la bondad de Dios cuando lo que en realidad están haciendo es tratar de ganarla. Y el Señor es muy claro al decir que las obras no pueden salvarnos (Ef 2.8, 9).
Servir a Dios con el fin de ganar su favor o asegurarse de que siga bendiciéndole menoscaba la hermosura de la gracia. ¡Usted no puede hacer nada para ganarse su bondad! Él la derrama gratuitamente sobre los creyentes. Así que, recíbala y disfrute de la libertad de saber que, aunque sus esfuerzos son bien recibidos y apreciados por Dios, la gracia es un regalo que Él le ha dado.
Dr. Charles F. Stanley, pastor de la Primera Iglesia Bautista de Atlanta