Para encontrar la paz y el gozo de Dios, tome la determinación de confiar en Él, sin importar cómo responda a sus peticiones.
Romanos 12.10-13 “10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. 11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; 12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; 13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.”
¿Está usted satisfecho con su vida de oración? Ayer comenzamos a examinar los obstáculos que impiden una comunicación vibrante con el Señor. Hoy, exploremos uno más: la impaciencia.
La mayoría de nosotros, en algún momento, hemos presentado fervientes súplicas al Señor, pero no hemos visto los resultados deseados. Debemos recordar que Dios no está a nuestra disposición como alguien cuyo único propósito es servirnos. Sin embargo, es alentador darse cuenta de que si pudiéramos ver el panorama completo como Él, con gusto esperaríamos su voluntad.
La verdad es que nos beneficiamos al no recibir todo lo que pedimos. Entender este concepto es una señal de madurez espiritual. Cuando estamos plenamente satisfechos con la presencia del Señor (Sal 16.11), nuestra relación con Él florecerá, aun cuando no obtengamos todo lo que pedimos. Cuando ese es el caso, entendemos lo que es la oración: no una larga lista de deseos, sino la comunicación diaria que se da en una relación.
Pueden surgir barreras si clamamos con insistencia a Dios y nada cambia. Pero al seguir orando, sentiremos la presencia de Dios y encontraremos paz, gozo y vislumbres asombrosos de su gloria. Esto será del todo satisfactorio, incluso si no nos da lo que le hemos pedido.
Dr. Charles F. Stanley, pastor de la Primera Iglesia Bautista de Atlanta y fundador de Ministerios En Contacto.