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Ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados. 1 PEDRO 4.8, NVI
Cada vez que alguien le hace daño, es común que piense en lo que le han hecho y acaricie sus sentimientos heridos. Esto es normal, pero no es la voluntad de Dios para usted. El Padre quiere que perdone. Y le da un ejemplo asombroso del perdón por medio de David.
Si alguien alguna vez tuvo derecho a estar enfadado, ese fue David. En su juventud salvó a Israel de los filisteos al matar al gigante Goliat. Sirvió fielmente en la corte del rey Saúl, tocando música para calmar el espíritu atormentado del rey y expresándole siempre su lealtad inquebrantable. David no hizo nada malo. Sin embargo, Saúl tenía tanta envidia de Él que procuraba matarlo. ¿Se amargó David? No. Comprendió que así como había recibido la gracia de Dios, Él también debía extenderla, por mucho que Saúl lo aborreciera. Y el Señor bendijo a David debido a eso. De manera similar, usted es llamado a perdonar tan generosamente como Cristo le ha perdonado a usted. Así que no permita que el resentimiento le consuma. En lugar de eso, como David, permita que la gracia caracterice sus
relaciones personales. Porque, con certeza, «el amor nunca deja de ser» (1 Corintios 13.8).
Jesús, por favor, ayúdame a perdonar generosamente. Llena mi corazón de amor a fin de que pueda honrarte. Amén.
En su presencia… acepte y extienda gracia.
Dr. Charles F. Stanley
Pastor de la Primera Iglesia Bautista de Atlanta
Fundador de Ministerios En Contacto.